Copie y pegue.
Fuente del articulo: http://un-tiempo-despiadado.blogspot.com.ar/2013/12/la-mentira-de-la-igualdad-del.html
El fragmento que les presentaré hoy, de Friedrich Nietzsche, corresponde
a sus cavilaciones en El Anticristo, donde culminará su maldición (así
el lo afirmaba) contra el cristianismo. Lo que atacará, aunque con el
análisis requerido, es la cosmovisión del mundo surgida desde el
cristianismo, más concretamente desde que el apóstol Pablo comenzara con
la predicación de la "fe". La obra de Nietzsche entonces abarca no
solamente la filosofía, sino también la política y bien puede sumarse a
esto la economía. Lo que desmenuza entonces es el sistema de valores, la
moral que rige al mundo desde que los apóstoles predicaran la palabra
de Jesucristo. Por mi parte, yo soy de los que dudan que haya tenido
este personaje existencia, pero creo que las observaciones del autor
sobre el cristianismo y su expansión internacional son bien certeras y
cuentan con una actualidad impresionante. Por otra parte, quiero
adelantar mi más furibundo rechazo a cualquiera que pretenda emparentar a
Nietzsche y su pensamiento con una "génesis" del nazismo alemán.
Aquellos imbéciles, mejor les recomiendo leerlo, porque ni siquiera han
tenido la molestia seguro. Y a quienes quieran aprender, analizar la
realidad o al menos, las interpretaciones que resulten más verosímiles,
lo invito a leer:
Cuando se pone lo fundamental de la vida no en la vida, sino en el "más allá" -en la nada-entonces se le quita a la vida lo fundamental por completo. La gran mentira de la inmortalidad personal destroza toda razón, toda naturaleza en el instinto; todo lo que es beneficioso, promovedor de vida, prometedor de futuro en los instintos produce en adelante desconfianza. Vivir de manera tal que no tenga sentido vivir, se vuelve el "sentido" de la vida... ¿Para qué el sentido común, para qué el agradecimiento a la procedencia y precedencia, para qué colaborar, confiar, promover y tener en cuenta un bien común? Otras tantas "tentaciones", otras tantas "desviaciones" del "recto camino": "sólo una cosa es necesaria"... Que cada individuo en tanto "alma inmortal" tenga la misma jerarquía que cualquiera, que el conjunto de todos los seres, la "salvación" de cada individuo pueda aspirar a una importancia eterna, que los pequeños mojigatos y los medio locos puedan tener la ilusión de que por ellos las leyes de la naturaleza son infringidas continuamente: no se puede estigmatizar suficientemente semejante intensificación de todo tipo de egoísmo en lo infinito, en lo desvergonzado. Y, sin embargo, el cristianismo debe su victoria a esta lamentable adulación de la vanidad personal; justamente persuadió con esto a todo lo fallado, lo sedicioso, lo que fue por mal camino, a toda la escoria y hez de la humanidad. La "salvación del ama", dicho de manera directa "el mundo gira a mi alrededor"... El veneno de la doctrina "derechos iguales para todos" lo diseminó el cristianismo del modo más fundamental; el cristianismo le hizo desde los rincones más recónditos de los malos instintos una guerra a muerte a cada sentimiento de veneración y de distancia entre hombre y hombre, es decir, a la condición previa de toda elevación, de todo crecimiento de la cultura; a partir del resentimiento de las masas se forjó su arma fundamental contra nosotros, contra todo lo distinguido, lo alegre, lo magnánimo sobre la tierra... La "inmortalidad" que le corresponde ahora a cualquier Pedro o Pablo era hasta ahora el atentado más grande y maligno contra la distinguida humanidad. ¡Y no menospreciemos la fatalidad que se deslizó desde el cristianismo hasta la política! Hoy nadie tiene ya el valor de aspirar a privilegios, derechos de nobleza, de experimentar un sentimiento de veneración a sí mismo y a su prójimo, de aspirar a un pathos de la distancia... ¡Nuestra política está enferma de esa falta de valor! La aristocracia de los sentimientos fue socavada en lo más profundo por la mentira de la igualdad de las almas, y cuando la creencia en el "privilegio de la mayoría" provoca revoluciones -y las seguirá provocando- es el cristianismo, no se tenga ninguna duda de eso, ¡son los juicios de valor cristianos que traducen toda revolución en sangre y crimen! El cristianismo es una insurrección de todo lo que se arrastra por el suelo contra aquello que tiene altura: el Evangelio de los "inferiores" empequeñece...
(Friedrich Nietzsche, 43, El Anticristo, 1888)
Cuando se pone lo fundamental de la vida no en la vida, sino en el "más allá" -en la nada-entonces se le quita a la vida lo fundamental por completo. La gran mentira de la inmortalidad personal destroza toda razón, toda naturaleza en el instinto; todo lo que es beneficioso, promovedor de vida, prometedor de futuro en los instintos produce en adelante desconfianza. Vivir de manera tal que no tenga sentido vivir, se vuelve el "sentido" de la vida... ¿Para qué el sentido común, para qué el agradecimiento a la procedencia y precedencia, para qué colaborar, confiar, promover y tener en cuenta un bien común? Otras tantas "tentaciones", otras tantas "desviaciones" del "recto camino": "sólo una cosa es necesaria"... Que cada individuo en tanto "alma inmortal" tenga la misma jerarquía que cualquiera, que el conjunto de todos los seres, la "salvación" de cada individuo pueda aspirar a una importancia eterna, que los pequeños mojigatos y los medio locos puedan tener la ilusión de que por ellos las leyes de la naturaleza son infringidas continuamente: no se puede estigmatizar suficientemente semejante intensificación de todo tipo de egoísmo en lo infinito, en lo desvergonzado. Y, sin embargo, el cristianismo debe su victoria a esta lamentable adulación de la vanidad personal; justamente persuadió con esto a todo lo fallado, lo sedicioso, lo que fue por mal camino, a toda la escoria y hez de la humanidad. La "salvación del ama", dicho de manera directa "el mundo gira a mi alrededor"... El veneno de la doctrina "derechos iguales para todos" lo diseminó el cristianismo del modo más fundamental; el cristianismo le hizo desde los rincones más recónditos de los malos instintos una guerra a muerte a cada sentimiento de veneración y de distancia entre hombre y hombre, es decir, a la condición previa de toda elevación, de todo crecimiento de la cultura; a partir del resentimiento de las masas se forjó su arma fundamental contra nosotros, contra todo lo distinguido, lo alegre, lo magnánimo sobre la tierra... La "inmortalidad" que le corresponde ahora a cualquier Pedro o Pablo era hasta ahora el atentado más grande y maligno contra la distinguida humanidad. ¡Y no menospreciemos la fatalidad que se deslizó desde el cristianismo hasta la política! Hoy nadie tiene ya el valor de aspirar a privilegios, derechos de nobleza, de experimentar un sentimiento de veneración a sí mismo y a su prójimo, de aspirar a un pathos de la distancia... ¡Nuestra política está enferma de esa falta de valor! La aristocracia de los sentimientos fue socavada en lo más profundo por la mentira de la igualdad de las almas, y cuando la creencia en el "privilegio de la mayoría" provoca revoluciones -y las seguirá provocando- es el cristianismo, no se tenga ninguna duda de eso, ¡son los juicios de valor cristianos que traducen toda revolución en sangre y crimen! El cristianismo es una insurrección de todo lo que se arrastra por el suelo contra aquello que tiene altura: el Evangelio de los "inferiores" empequeñece...
(Friedrich Nietzsche, 43, El Anticristo, 1888)